La Hipoxia supone un estímulo importante para el organismo humano. No en vano, todas las reacciones que se producen en nuestro organismo pueden considerarse básicamente aeróbicas, es decir, dependientes del oxígeno; sí que es cierto que también hay posibilidades de que las células generen energía por vías anaeróbicas (sin oxígeno), pero son posibilidades que no pueden mantenerse en el tiempo y generan una 'deuda' que posteriormente debe 'pagarse' utilizando el oxígeno.
En un organismo tan dependiente del oxígeno, cualquier disminución en su concentración da lugar a un stress añadido. Y el organismo reacciona ante ese stress, generando adaptaciones agudas y aclimataciones que le van a permitir desenvolverse mejor en una situación de falta relativa de oxígeno.
Cuando nosotros vamos a altitud, donde nos vamos a encontrar con una disminución de la presión atmosférica que va a traer consigo una hipoxia, o cuando sometemos voluntariamente al organismo a una situación de hipoxia artificial (como es el caso de deportistas que intentan mejorar su rendimiento), el organismo pone en marcha unos mecanismos de adaptación que están ligados al aumento del denominado Factor Inducible por la Hipoxia (HIF), que a su vez va a desencadenar cambios en múltiples sistemas enzimáticos y hormonales.
El cambio más conocido es el aumento de la eritropoyetina (EPO) que aumenta sus concentraciones como respuesta a la hipoxia, ya que su función es la formación de hemoglobina (el pigmento que encontramos en los glóbulos rojos de la sangre y que se encarga del transporte de oxígeno desde los pulmones a todas las células del organismo). Un estímulo hipóxico mantenido, da lugar a un mantenimiento de niveles de EPO elevados, lo que secundariamente da lugar a un aumento de los parámetros sanguíneos (glóbulos rojos, hemoglobina, hematocrito); en esta situación aumenta la capacidad de transporte de oxígeno por parte de la sangre y ello da lugar a una mejora del rendimiento físico. Si el aumento es significativo, va a aumentar el Consumo Máximo de Oxígeno, la Resistencia Aeróbica, la Capacidad de Recuperación entre esfuerzos de todo tipo (tanto aeróbicos como anaeróbicos),... en definitiva un aumento significativo del rendimiento físico.
Pero además de los cambios en la composición de la sangre, el estímulo hipóxico a través del aumento del Factor Inducible por la Hipoxia, también va a dar lugar a:
* Incremento de la capacidad enzimática mitocondrial, con lo que aumentan las posibilidades de formación de energía aeróbica en las células (incluidas las células musculares). Ello trae consigo un aumento del rendimiento máximo y también una mayor economía energética; con la misma cantidad de oxígeno se forma más energía, lo que se traduce en que un ejercicio de intensidad submáxima va a suponer un porcentaje relativo menor tras la realización de hipoxia. Por poner un ejemplo, un atleta que corriendo a 18 km/h va a un 85% de su Consumo Máximo de Oxígeno, tras la realización de hipoxia va a ir a 18 km/h y le va a suponer un 80% de su Consumo Máximo de Oxígeno.
* Aumento de la capilarización. Capilares son los pequeños vasos sanguíneos que llevan el oxígeno y los nutrientes a las células; con la hipoxia se estimula la producción de nuevos capilares, con lo que las distancias entre el capilar y las células disminuye, mejorando el transporte de oxígeno y su utilización.
Existen también otros cambios enzimáticos más complejos, y la combinación de todos ellos dan lugar a la mejora del rendimiento físico que estamos comentando.
Así pues, el denominado entrenamiento hipóxico ayuda a mejorar el rendimiento físico por diferentes vías, y aunque la vía del aumento de los parámetros hematológicos sea la más conocida, hay otras muchas vías involucradas en esta mejora.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario